El Día de la Ciencia en Galicia homenajea al químico Ignacio Ribas Marqués, gran valedor de los productos naturales autóctonos.
Gallego de adopción, bautizó las substancias que descubrió con nombres como santiaguina, pontevedrina, orensina y coruñina.
Muy reivindicativo con la financiación de la ciencia y con la conexión entre la investigación y la empresa, fue colaborador del Instituto Servet y de Zeltia.
El químico Ignacio Ribas Marqués será el homenajeado este año en el Día da Ciencia en Galicia, la celebración promovida por la Real Academia Galega de Ciencias (RAGC) para reivindicar la importancia de la ciencia a través de sus figuras más destacadas. El homenaje, que coincide con el vigésimo aniversario del fallecimiento del investigador, fue aprobado unanimemente por los académicos en atención al papel de Ribas como artífice del despegue de la química orgánica en Galicia, gracias a sus trabajos sobre la obtención de produtos naturales a partir de especies vegetales autóctonas, continuado por la numerosa escuela de discípulos a los que formó.
Aunque el acto académico de homenaje tendrá lugar el 8 de octubre, las actividades de difusión y divulgación sobre la figura de Ribas se estenderán a lo largo del anño, con la colaboración de las instituciones científicas vinculadas al investigador y de la Fundación Barrié.
Ribas fue muy reivindicativo desde el comienzo de su carrera con la financiación de la ciencia y con la conexión de la investigación con el progreso de cualquier sociedad. Durante la inauguración del curso 1930-31 en la Universidad de Salamanca, recién nombrado catedrático, aprovechó su intervención para defender que la investigación era el mejor método de enseñanza de la química, denunció el estado de las universidades españolas –a las que acusaba de ser meras fábricas de títulos, “pobrísimas en produción científica”– y pidió que se aumentase el gasto en laboratorios y en becas para los investigadores.
En ese mismo discurso, en una aportación visionaria teniendo en cuenta que se producía hace casi noventa años, aseguraba que donde hay mucha ciencia hay mucha industria. “Los países que no tienen ciencia son pobres, viven una vida moral y material mediocre. En lo moral, son esclavos de los prejuícios que engendra la ignorancia. En lo material, viven sometidos a los poderosos”, afirmó. Esta visión le llevó a apoyar la entrada de muchos de los 68 doctores a los que le dirigió la tesis en el sector empresarial para aplicar en la industria el saber adquirido, en un esfuerzo muy particular a favor de la transferencia de conocimiento, que el mismo practicó colaborando con empresas como el Instituto Miguel Servet y Zeltia, en la actualidad Pharmamar.
Xestas, codesos y carqueixas
Ignacio Ribas Marqués nació en Palma de Mallorca en 1901 y vivió desde 1942 en Santiago de Compostela, donde falleció en 1996. Luego de obter su licenciatura en química en la Universidad de Valencia, se inició en la investigación en la Universidad de Madrid, como discípulo del prestigioso Antonio Madinaveitia, su director de tesis. Completó su formación en el Instituto Pasteur de París durante dos años y en 1927 comenzó a impartir clase en Madrid, hasta que en el año seguinte ganó las oposiciones a la cátedra de química orgánica de la Universidad de Salamanca, donde permaneció hasta 1941.
Durante ese período, entre 1934 y 1936, dirigió el Laboratorio de Investigación de Química Orgánica que la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas fundó en la Universidad de Salamanca. Después de la Guerra Civil, sus méritos científicos y su consideración como el mejor continuador de la escuela moderna de química orgánica, que lo convertían en el candidato mejor situado para ocupar la cátedra en la Universidad de Madrid, se vieron superados por motivos políticos y el puesto le fue otorgado a otra persoa más afín al régimen franquista.
A pesar de que su maestro, Madinaveitia, y muchos de sus colegas decidieron exiliarse, Ribas prefirió quedar y, tras un breve paso por Valencia, en 1942 obtuvo la cátedra de química orgánica y bioquímica de la Universidad de Santiago de Compostela, en la que permaneció hasta su jubilación en 1971.
Durante esta etapa, Ribas centró sus investigaciones en la obtención de productos naturales procedentes de plantas autóctonas y de la cortiza, con el objectivo de identificar nuevas substancias y ponerlas en valor. Este trabajo fue el que le valió el mayor reconocimento a nivel internacional y el que creó una escuela con numerosos discípulos en Santiago.
El estudio de los componentes de la cortiza le permitió obtener de ella substancias con aplicaciones en la industria de la perfumería. También investigó la hormona juvenil de los insectos –con el objetivo de desarrollar un insecticida ecológico– y el cornezuelo del centeno – para el Instituto Servet – con el fin de obter alcaloides con aplicaciones biomédicas como facilitadores de la expulsion de la placenta y para evitar el sangrado después del parto, pero sobre todo se centró en los alcaloides de las leguminosas. La xesta, la carqueixa o el codeso le permitieron obtener substancias aún no conocidas que el bautizó con nombres tan curiosos como orensina, pontevedrina, coruñina o santiaguina, en homenaje a su tierra adoptiva.
Hasta mediados de la dictadura no se reconoció oficialmente su trabajo. Uno de los pasos fundamentales en este sentido fue la concesión de apoyo para la fundación y dirección del laboratorio de química orgánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Santiago, que fue el germen del actual Instituto de Investigacións Agrobiológicas.
Autor de 157 publicaciones científicas, cofundador y primer presidente del Grupo Especializado de Química Orgánica de la Real Sociedad Española de Física y Química y creador de la escuela compostelana de química de productos naturales, de gran prestigio internacional, Ribas Marqués dejó una impronta en Galicia que estaba pendiente de dar a conocer a la sociedad. En su gremio, ya había sido reconocida por el Colegio Oficial de Químicos de Galicia, que le puso el nombre del científico a sus premios.
Con el paso de los años, obtuvo numerosas distinciones, como la Medalla de Oro de la Universidad de Salamanca, el Premio de Ciencias del CSIC, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio y el nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universitat de les Illes Balears. En Galicia, en la linea del Premio Galicia de Investigación de 1987 y de la Medalla Castelao de la Xunta de Galicia que le fue otorgada en 1991, la RAGC reinvindica ahora su figura dedicándole el Día da Ciencia.